Yo vivo para hacer foto y hacer foto me da para vivir. Cuando hago foto para mi, para saciar mi necesidad de crear algo mío, me siento en total libertad de arriesgar hasta el punto de echar a perder. Cuando hago foto para alguien más, voy tan lejos como mi sucia conciencia lo permita, normalmente no tenemos problema. Cuando Vanessa y Rodrigo me contrataron para que creara el testimonio visual de su boda, ellos me dieron total libertad de imprimir mis sentimientos y sensaciones en cada una de sus fotos. Cada misión es una aventura desconocida, llego armado hasta los dientes con ametralladoras de decenas de megapixeles que disparan ráfagas apabullantes, cartuchos y diferentes tipos de cañones, dependiendo de lo que se necesite al momento. Hierve la sangre, necesito saciar mi sed de creatividad. Para que las cosas funcionen tienen que juntarse varios elementos y tres de ellos son muy importantes: El ambiente, la personalidad de los futuros retratados y mi estado de ánimo. Vanessa y Rodrigo, aquí juntamos tres elementos que hicieron mágia. Me volví loco en este lugar, es literal y ustédes conmigo, ahora ya dejé de sentir culpa. Esa tarde toqué los límites entre lo mío y lo de ellos. Voló mi mente y solo regresaba para hacer lo correcto durante algunos minutos. Ha sido una experiencia alucinógena estar atras de mi óptica, cada vez que obturaba, mi placer crecía. Esos son momentos.
Días después de haber terminado el viaje, me reuní con Vanessa para presentarle lo que había vivido esa tarde, a ella le gustó, mucho, entró en mi mundo y lo disfruto tanto como yo haber sentido lo suyo. En cada imágen en donde ellos aparecen se combina la emoción de estar viviendo uno de los días mas significativos, energéticos y emotivos con la insana visión creativa del que aquí escribe.